El preparador germano sólo fabricará 10 unidades del Mercedes Clase G más potente en jamás salir a las carreteras del mundo. Se trata de una versión Rocket 900 de un todoterreno puro diseñado a finales de los años 70, convertido hoy en un juguete para oligarcas excéntricos. Porque sólo ellos se lo podrán permitir: Brabus venderá cada una de sus diez unidades a un precio de 666.000 euros. Es un precio que duplica a la base de la preparación, cuyo precio ya supera con holgura los 300.000 euros.
Para empezar, hablemos de su propulsor. Originalmente es un 6.0 V12 Biturbo con 630 CV de potencia y 1.000 Nm de par motor. En absoluto es una máquina lenta, pero su peso de 2.580 kilos hace que el 0 a 100 km/h sea de 5,3 segundos, sólo 0,1 segundos inferior al de su hermano – el “proletario” Mercedes-AMG G 63 – equipado con un 5.5 V8 Biturbo con 59 CV menos. En Brabus han practicado una serie de transformaciones mecánicas, que comienzan con elevar en 0,3 litros el cubicaje de su motor de doce cilindros.
A continuación, reemplazaron sus pistones, admisión y sistema de escape, forrando de pan de oro la estrecha bahía delantera del Mercedes Clase G. Especialmente interesante es el nuevo sistema de admisión, que requiere la instalación de un nuevo capó, que se desdobla como toma de aire ram-air – el gusto en el diseño es harina de otro costal. El resultado es una potencia final de 900 CV y un par motor de 1.500 Nm, que se ha limitado por electrónica a 1.200 Nm, con el objetivo de mantener la integridad física de la caja de cambios.
A nivel prestacional, el Mercedes-AMG G 65 de 900 CV hace el 0 a 100 km/h en 3,9 segundos – 0,6 segundos más rápido que el coche de serie – y su velocidad punta se ha limitado por electrónica a 270 km/h. No parece una cifra muy alta para un coche cercano al millar de caballos, pero su nulo rendimiento aerodinámico convierte en muy peligrosas velocidades superiores. Una suspensión modificada y pinzas de freno de seis pistones con discos ventilados y perforados tratan de controlar el ímpetu de su grupo propulsor.
Unas llantas forjadas de hasta 23 pulgadas de diámetro y diseños Monoblock son el elemento más discreto de una preparación cuyo kit de carrocería es la materialización del exceso. Branquias de refrigeración sobredimensionadas, un capó de pesadilla – aunque funcional – y acres de fibra de carbono quieren justificar el enorme precio final de este engendero. El exceso sigue en el interior, donde Brabus ha forrado en cuero y Alcantara todas las superficies que ha podido alcanzar – asideros y moqueta incluidos.
Pero el verdadero detalle de exceso es el alucinante techo, cubierto de puntos LED que simulan un techo estrellado. O los posavasos refrigerados de los asientos traseros. O la caja fuerte integrada, con cajones actuados eléctricamente.
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